Abstract
Introducción. El síncope es una pérdida transitoria de conocimiento debida a una hipoperfusión cerebral que se recupera espontáneamente. Se caracteriza por una disminución de la presión arterial que resulta en reducción del flujo sanguíneo cerebral y se puede clasificar en tres grupos: reflejo, cardiogénico y secundario a hipotensión ortostática. El diagnóstico se basa en una historia clínica y un examen físico exhaustivos y los exámenes paraclínicos ayudan en el diagnóstico diferencial. Se presenta en el 50% de la población en algún momento de la vida con dos picos notables: uno entre los 10 y 30 años, generalmente benigno, y otro en personas mayores de 65 años, indicativo de problemas orgánicos. El tratamiento se enfoca en estratificar el riesgo y determinar el mecanismo subyacente para tomar las medidas adecuadas. Este estudio se enfoca en revisar las recomendaciones basadas en evidencia para el diagnóstico del síncope y destaca la importancia de una evaluación precisa en casos potencialmente graves.
Metodología. Se realizó una búsqueda de la literatura científica en las bases de datos de PudMed/Medline, Scielo y LILACS.
Resultados y discusión. En estudios internacionales se ha observado que el síncope afecta a 9.5 de cada 1000 personas por año. En nuestro país se estudió una población que buscó atención médica debido a episodios de síncope y los resultados revelaron que la edad promedio de los pacientes fue de 58 años con 46.5% de mujeres. Además, se encontró que el 41.6% tenía hipertensión arterial y el 21% tenía antecedentes de enfermedad cardíaca. El 75% de los casos se clasificó como síncope no cardíaco, el 23% como síncope cardíaco y el 2% no tuvo una causa identificable.
Conclusión. El síncope es la manifestación de una variedad de trastornos subyacentes e identificar a aquellos pacientes con sospecha de patologías cardíacas es importante para proporcionar atención médica especializada de manera prioritaria. Es fundamental destacar la importancia de la estratificación del riesgo ya que permite un enfoque diagnóstico adecuado e implica la realización de pruebas más específicas para los pacientes de alto riesgo y la implementación de un tratamiento adecuado y dirigido a la causa subyacente.